martes, agosto 10, 2010

El gran maestro

Miguel Ángel Jusayú, en el documental El niño Shuá dijo palabras muy célebres de su vida



“Moriría triste sino dejara cosas a mi tierra”


Jusayú contó que cuando él nació lo acostaron por varios días en una tela de silla de caballo para que nunca se enfermera, sus tíos exclamaban que el niño que estaba naciendo iba a ser el mas inteligente de los wayuu

Doménica Martes
Cod CNP: 14.493

En el año 1933 en la población de Castilletes-Alta Guajira nació un niño que se crió en la vida del pastoreo, la mujer que lo trajo al mundo se llamaba Rukária Jusayú y su padre fue Alénttua Jaýaliú, ese niño wayuu, relatan sus familiares, siempre fue incauto de todo lo que a su alrededor pasara. Para algunos lectores resultarían estas líneas el comienzo de un simple cuento wayuu, para otros, la sencilla, pero significativa historia de la vida del Gran Escritor de los Wayuu, como lo fue Miguel Ángel Jusayú.

El niño Shuá como le decían desde pequeño a Jusayú, supo recorrer las tierras áridas de la Alta Guajira, salía desde Wüinpumüin su sitio de origen, visitando a todos sus paisanos, con ellos conversaba e iba atesorando cada palabra y leyenda e historias que los ancianos le contaban, tal vez, esas sabidurías las fue guardando en su reminiscencia única que lo caracterizó como wayuu.

Como todo niño wayuu su vida giró en torno a los juegos tradicionales de su etnia, a pastorear las ovejas llevándolas a beber agua en el jaguey, a buscar leña, también le gustaba perderse por esos lugares de la Alta Guajira como la Laguna de Kosineta, muchas fueron las tardes en que decidía remojar sus pies en el agua salada de la playa de Castilletes, porque para Jusayú, el mar representaba algo misterioso.

Un nuevo ciclo de vida
Al llegar 1945, Jusayú comenzó un nuevo ciclo en su vida, la sabiduría de la medicina tradicional wayuu no pudo contrarrestarle una tawanaki, enfermedad que para sus padres fue una conjuntivitis, pero para él resultó comenzar a vivir en un cuarto oscuro donde sólo podía escuchar los vientos alisios de la Alta Guajira y sentir la noche fría que le proporcionaba la luna.

Entre sus conversaciones llegó a decir que la gente se burlaba de la discapacidad física que lo embargaba, llena de obstáculos e impedimentos para querer hacer cosas propias de su edad. En muchas oportunidades, Jusayú explicó que le lastimaba no poder ver más la luz del mundo o la fisonomía de un wayuu.

La Asociación de Ciegos de Caracas, le abrió sus puertas y en ese entonces Miguel Ángel Jusayú conoció el método Braille, a partir de esa enseñanza, la máquina de escribir fue su mejor aliada y comenzó a relatar todos los cuentos wayuu que le fueron dichos por sus ancestros, así como los vividos por él, ejemplo de eso, fue el cuento que tituló “Ni era Vaca, ni era Caballo” donde relató como fue su primera experiencia al escuchar por primera vez el ruido de un camión en la Alta Guajira.

La espiritualidad siempre con él
Como buen wayuu, creyente en su fuerza de voluntad y espiritual para vencer todas las adversidades, Jusayú llegó un sábado a Maracaibo, en ese tiempo que según él “los alijunas decían que los wayuu solo servíamos para mendigar”, pero el niño Shuá durante su lucha, fue ayudado por las fuerzas celestiales quienes colocaron cada cosa en su lugar y permitieron que él pudiera dar lo mejor sí, tal vez, como lo dice Nemesio Montiel “Al Tawala Jusayú siempre lo acompañó en su vida un espíritu protector, un legado mágico de las generaciones de su familia materna, un Seyuu amigo quien lo guió en todas las facetas de su existir”.

Ese tiempo de lucha, para poder entender la cultura de los alijuna, el niño Shuá se dedicó a vivir en otro mundo, fuera de la Guajira y desde un rincón del centro de Maracaibo, gritaba “Zulia, juegue, hoy, juegue, la suerte le puede llegar”, con esa expresión Jusayú comenzaba el día a día, ofrecía escribir cartas, decía en voz alta “escribo cartas, telegramas, encomiendas en wayuunaiki”, fueron muchos los que se le acercaron para comprender como un ciego, podía escribir cartas, nadie se imaginó que ese wayuu que siempre mantuvo su cultura en alto y luchó en medio de un mundo de mendicidad se iba a convertir en el Gran escritor de los wayuu.

¡Aquí están mis relatos”
El tiempo se convirtió en la esperanza del niño Shuá aprendió el idioma castellano en la orilla del lago de Maracaibo, fue escribiendo poco a poco todos sus cuentos, sus letras, le convirtieron en una gran escritor, ya no estaba en las calles de Maracaibo ofreciendo tickets de la suerte ni cartas en wayuunaiki, comenzó a plasmar en sus letras el diccionario wayuu y otras obras de su etnia que destacaron su profesionalismo y fueron únicas en su estilo.

A pesar de ser un wayuu que solo llegó al sexto grado de educación, su conocimiento lo hizo grande, como lo dijo Nemesio Montiel “Jusayú fue un sabio que llevó muy en alto el ser wayuu. El ciego que veía todo, memorizó todo y escribió todo”.

A sus 74 años, el cultor indígena, no descansaba, desde su casa seguía tecleando sus letras, dejando más escritos a su pueblo de La Guajira, tierra a la que siempre decía que quería volver.

En las escuelas, Jusayú dedicaba horas para explicarles a los niños como se vive en la Guajira, sus costumbres y resaltó siempre que todo ser humano debe ser artífice de su destino. Los estudiantes de la Universidad del Zulia recibían clases de wayuunaiki impartidas por Jusayú, su cuerpo no descansaba pero el siempre exclamaba que todo lo que hacía era para resaltar, honrar y defender su tierra querida, La Guajira, y que eso lo hacía Feliz porque “Moriría triste sino dejara cosas a mi tierra”, decía Jusayú.

Con mucho orgullo el niño Shuá decía: “Soy el primer wayúu ciego que escribe en braille y el primer wayúu ciego autor de libros que recibe reconocimientos universitarios”

Vacío en la Guajira
El 8 de junio del 2009, se convirtió en un amanecer triste, en la Guajira, el cielo estaba nublado, se estaba anunciando la partida de un gran hombre wayuu. empezó a correr el rumor que había muerto Miguel Ángel Jusayú, el niño Shuá, el gran escritor wayuu. Familiares, amigos, paisanos no lo podían creer. En la Guajira, seguro los pájaros ofrecieron un silencio en sus cantos y en Maracaibo se sentía ya el dolor interminable de la pérdida del Honorable Jusayú.

Ya Miguel Ángel partió a jepirá, allá compartirá ahora sus leyendas con Rukária Jusayú, habrá para él un segundo velorio en honor a todo lo que hizo por su pueblo. Ese mismo pueblo que hoy llora su partida, pero que también debe brindarle el más interminable de los aplausos por ser Miguel Ángel Jusayú, el Gran escritor de los wayuu.
“Quiero ser recordado como Miguel Ángel Jusayú, el gran escritor de los Wayúu”

Reconocimientos:

Obras

• Premio Estampa Zuliana en 1991

• Profesor honorario de la Universidad del Zulia, en 1991

• Premio Regional de literatura “Jesús Enrique Lossada en 1997

• Doctor Honoris causa, otorgado por LUZ, en 1998

• Orden “Rafael María Baralt” en su primera clase, en el 2002

• Asesor lingüístico de la lengua wayuu en la Secretaría de la Cultura Wayuu del estado Zulia

• Colaborador en los Servicios de Documentación indígena (Sedini) de LUZ

• Premio Nacional de Literatura 2006. Su obra literaria está compuesta por el “Diccionario sistemático de la lengua guajira: guajiro-castellano”, “Morfología de la lengua guajira”, “Ni era vaca ni era caballo”, editado en castellano, sueco, danés y noruego; “Taku’jala: lo que he contado”, “Wane Takujalayaasa”, entre otros.

• Profesor de cátedra Lenguas Indígenas en la Escuela de Letras de la Universidad del Zulia.

• Protagonista del documental El niño Shuá, producido por Patricia Ortega

• La sala para invidentes existente en la Biblioteca Pública del Zulia, se llama Miguel Ángel Jusayú, en honor al honorable niño Shuá.

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